sábado, 27 de octubre de 2012

El valor de no arrepentirse

Hace dos años escribí lo siguiente:
"Me despierto el jueves a la mañana después de haber trasnochado en la Plaza y tengo un mail de una amiga "troska", que me emocionó hasta las lágrimas. No se bien por qué lo cuento, tal vez para convencernos que, subterráneo o superficial, hay cambios profundos que distancian las épocas y las décadas. Que la buena gente está en todos lados y en los momentos de dolor se distinguen por su generosidad. No es la hipocresía y el oportunismo de algunos, a esos se los reconoce de lejos hasta en su muecas. Se trata de quienes realmente lo sienten, y uno sabe que lo sienten.
Hoy hice diez horas de fila sin saber bien para qué. Los velorios me fueron siempre algo extraño, así que no fue ese el fin. Ni siquiera era la necesidad imperiosa de apoyar a Cristina, ya habrá tiempo para eso. Fueron diez horas de caminar despacio, de cantar consignas, de aplaudir situaciones. Era una demostración, era ganar la calle, era estar, era decir que somos muchos. Somos muchos los que sentimos."
Hoy quiero agregar que me arrepentí de muchos votos que ejercí, pero el que mas me duele es el de 2003. Aquella vez no lo voté y hoy estoy arrepentido. Sin embargo es la primera vez que pasan tantos años de un gobierno y sigo sin arrepentirme de los votos siguientes. Néstor y Cristina nos demostraron que se puede transformar un país aún contra las fuertes presiones de quienes quieren conservar las viejas estructuras.
Quienes lloramos aquel día no queremos transformarlo en prócer. Hay quienes se quieren ocupar de eso para pasarlo rápido a la historia y, con elogios, distanciarlo del presente. Para nosotros está vivo en cada científico repatriado, en cada nuevo egresado secundario y universitario que se agrega, en cada nuevo jubilado, en cada nuevo derecho, en cada nueva batalla. Y en cada palabra y cada acción de Cristina, sin lugar a dudas.